Son estos tiempos de cambio. Hasta lo “normal”, que lo es por su permanencia y estabilidad, está sujeto a la “novedad”, abofeteándonos con esa contradicción de la “nueva normalidad”. Lo cierto es que la enseñanza no escapa a la transformación a que obligan las circunstancias y los nuevos perfiles de los estudiantes.
Tim Elmore es un pedagogo reconocido que acuñó el acrónimo EPIC para resumir las herramientas que la enseñanza debe adoptar hoy, a saber: experiencia, participación, imágenes y conexión. Tomo prestada su aportación para esbozar un planteamiento docente algo más completo y necesario en estos tiempos que corren.

En efecto, a los jóvenes hay que ofrecerles en el aula (versión presencial u online) vías de participación activa porque interiorizan mucho mejor (eso es aprender) aquello que ayudan a crear. La enseñanza ha de ser una generación compartida de herramientas y contenidos entre docente y alumno, pero dando a éste el protagonismo como autor de su propio aprendizaje.
Los mismo ocurre con las imágenes y la conectividad. La información, la diversión y las relaciones a las que están acostumbrados se apoyan en la imagen. La información es una infografía, la diversión un meme y la amistad un Emoji; por su parte, los adolescentes españoles pasan más tiempo conectados que en el colegio. Me temo que la evidencia nos “obliga” a adoptar un formato mucho más visual de los datos que transmitimos en clase y una relación entre los actores del aula más digital, aunque de ésta haya que desbrozar los aspectos más negativos como la superficialidad, la dependencia, etc.
A tales herramientas creo que es preciso incorporar algunos elementos de fondo que, en mi opinión, deben ser la columna vertebral de la educación actual. Me refiero, sobre todo a dos.
El espíritu crítico en primer lugar. Nuestros estudiantes entienden que si lo dice Google o la Wikipedia o Apuntes21 ya es cierto. Son crédulos digitales porque la inmediatez de las respuestas a sus dudas y necesidades intelectuales que ofrece internet es más apreciada que su misma validez y exactitud. Quizá dedicar algún tiempo a explicar cómo funciona Google en realidad o cómo se gestionan desde dentro las redes sociales ayudaría a sustentar esta necesidad de cuestionar opiniones y de comprobar datos.
En segundo término, la transmisión de determinados valores que deben volver a guiar la formación. Valores como la responsabilidad, el esfuerzo, el respeto… han de ser el caldo de cultivo de todas las materias, sean de ciencias como de letras. Los estudiantes terminan su periodo de formación montados a un bólido intelectual y de conocimientos, pero, muchas veces, sin el carnet de conducir necesario para no estrellarse con ellos. Los Valores con mayúsculas serán los que les permitan conducirse con semejante bagaje por la vida.
Al final, se trata de convertir el aula en una experiencia llena de conocimientos contrastados, de emociones enriquecedoras y de comportamientos éticos. El núcleo reside aquí, en entender la formación no como una práctica contemplativa sino como una experiencia inmersiva para el alumno. Así, creo yo, se conforma hoy la buena educación de la que mañana nos podremos enorgullecer.
Javier Ongay Terés
Profesor en Esic Business & Marketing School
Coordinador del Trofeo Boscos
Antiguo Alumno Salesianos Pamplona