María, en la cocina de casa
Don Bosco decía que él educaba en Valdocco como su madre había hecho en su casa de IBecchi. De Mamá Margarita aprendió Juan Bosco el sistema preventivo. Fe, razón y cariño, todo muy bien enlazado sin fisuras ni separaciones. Se trabajaba y se rezaba. Dios en todo y en todas las cosas, en la cocina y en el duro trabajo, en la atención al pobre, en las funciones en la parroquia y fiestas del pueblo, en el prado y en casa. María entra en la vida de Juan Bosco por su madre, una joven viuda, mujer fuerte de fe recia, que eligió “el camino estrecho” de llevar adelante la familia, dejando atrás la oportunidad de casarse de nuevo. Había consagrado a su hijo pequeño a María, desde que nació. Margarita es una madre que acude siempre a la otra Madre, porque sabe que sus hijos lo son también de Ella.
La cocina de casa era el lugar de tantos momentos, narraciones, oraciones, diálogos… vida compartida en un espacio que se convierte en “lugar teológico”. La cocina era el corazón de la casa… Ahí es donde Juan Bosco aprendió el sentido de la caridad… paciencia…. Generosidad para con el extranjero y extraño que llama a la puerta buscando comida. Para Juanito Bosco, Jesús era prácticamente como uno más de la familia, Margarita les enseñaba de memoria algunos pasajes de la Biblia. No podían ir al catecismo, así que ella misma les enseñaba la fe.
En la cocina de casa es donde Juan Bosco comenzó a tener una sencilla pero profunda relación con Dios y con María. Aprendió a respetar y tener confianza en Dios todopoderoso, pero también a vivir en la presencia del Dios-Amor de ‘cada día’, familiar, que forma parte de la vida ordinaria.
Don Bosco escribe: «Su mayor empeño fue instruir a sus hijos en la religión… cuando fui capaz de estar con mis hermanos, me hacía ponerme de rodillas por la mañana y a la noche, y todos juntos rezábamos las oraciones en común y la tercera parte del rosario» (Memorias del Oratorio 5).

En elsueño de los 9 años aparece su madre y la de Jesús juntas: “Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día…”
María era de casa, su madre se apoyaba en Ella y Juanito escuchaba sus plegarias. De alguna manera, no es inverosímil, por afinidad de viuda campesina, la identificación de Margarita con María viuda con su hijo en Nazaret. La imitación de las virtudes de María, era motor en la lucha por vivir como hijos de Dios y ayudar también a otros con aún menos recursos materiales y espirituales.
El diálogo madre-hijos, allí en la cocina, las catequesis ocasionales a partir de la vida, son una atmósfera espiritual que ya quisiéramos vivir o recuperar en muchos ambientes. Aquella cocina es comedor, sala de estar, oratorio familiar…, es espacio de encuentro y educación en la fe. En lugares así, como en Nazaret, se manifiesta el Espíritu que guía a la verdad plena (Jn 16, 13), que cambia el corazón de piedra por uno de carne, que pone delante a María (Jn 19,25-27) como la mujer que, habiendo pasado penurias, dolores, duelos, no se ha hundido, sino que ha salido adelante por y con su Hijo, empeñado en dar la vida por cada uno y por todos.
Nunca estás solo, Juanito: Dios te ve y María la madre de Jesús y tuya, también. Y alguna vez, Juanito se dormía pensando en la Señora.
De repente apareció una Mujer de majestuosa presencia. Yo estaba confundido… Ella me llevó hacia sí y me cogió de la mano.
Loli Ruiz (FMA)